Nos tenemos que poner en el lugar de la persona que va a recibir la carta y qué puede pensar cuando la reciba: no es lo mismo mandar una carta a un organismo oficial para solicitar determinada información que mandar una carta a una empresa de decoración para presentarle nuestro catálogo de muebles.
Cuando escribimos la carta tenemos que imaginar a la persona que la va a recibir, en el sentido de hacer un perfil tipo. Logicamente cada persona es de una manera, pero es fácil imaginarse el perfil tipo de un director de compras de una empresa constructora y ver cómo podemos presentarle nuestra gama de materiales para fachadas.
Hay que indicar que no existen reglas fijas que funcionen siempre, a las cartas se le puede dar un tono distinto según lo que busquemos y a quien nos dirijamos.
A veces es conveniente incluir en nuestra carta alguna expresión o concepto que deje una cierta huella y que permanezca en la mente del destinatario un tiempo superior al que tarda en arrugarla y tirarla a la papelera o guardarla en un cajón.
Hay que tener claro que alguien leerá nuestra carta, al menos las primeras líneas. No creo que nadie mande a la papelera una carta sin abrirla, a no ser que sea muy evidente que es propaganda inútil.
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